Recorrer la historia de Yasmin López, es navegar a través de la lucha con alma, por la dignidad, la solidaridad, es resucitar la esperanza de construir un mundo diferente para las mujeres.
La vida de la actual Coordinadora General del Consejo para el Desarrollo Integral de la Mujer Campesina (CODIMCA), ha sido un vaivén de emociones en una Honduras que niega el derecho a ser felices y la utopía de vivir dignamente.
La infancia de Yasmin estuvo marcada por dolores, rupturas y miedos que fueron superados con el calor de una familia, unidas por la sangre, en especial su abuela y otra unida por la lucha.
Una infancia trazada por la lucha
Las tierras calurosas de San Pedro Sula fueron testigos del nacimiento de Yasmin, una niña con cabellos oscuros, tez morena, ojos oscuros y brillantes.
Esa niña no era consciente que a los pocos días sería trasladada a vivir a un asentamiento campesino en Santa Bárbara, en la Pozona, Protección. “Me llevaron a vivir con mi abuela materna y me crecí con algunas primas, compañeras de la lucha que estaban en recuperación de la tierra”, comenta.
En su estadía en la Pozona, estaba acompañada alrededor de 35 familias. Mismas que estaban luchando por la recuperación de las tierras en el marco de la Reforma Agraria. Ahí fueron los primeros acercamientos de Yasmin con la lucha campesina.
La pequeña Yasmin era amiga del río, del aire, de los arbustos, de los peces. Ese tiempo le ayudó para forjar su camino e inyectarle en las venas la lucha por la defensa de los derechos humanos.
Pese a esa alegría que le generaba estar rodeada de la madre tierra, sus ojos atestiguaron como su abuela era víctima de violencia doméstica y las repercusiones que sufrió en su vida, así como desempeñar el papel de cuidadora a muy temprana edad de sus hermanos y hermanas y el trabajo productivo en el asentamiento. Vivir rodeada de violencia le hizo repensar en otro camino para su ser. “Esas situaciones me hicieron ser fuerte. Desde temprano me tocó madurar”, dice Yasmin.
Una juventud con dolor y rabia
La transición de aquella niña a una mujer joven, también estuvo marcada por la lucha y el dolor. Esa rabia creció, cuando el gobierno represor de Rafael Leonardo Callejas, dio la orden para que los militares desalojaran a las familias del asentamiento.
En ese desalojo violento los militares, conocidos en la época como los “verdes”, abusaron sexualmente de las menores. Querer salvar la vida de sus amigas, de esos desastrosos y aberrantes hechos, era el deseo de Yasmin. Se colocaba en su espalda a una hamaca y recorría cientos de kilómetros para alcanzar un centro hospitalario, que pudiese salvar el aliento de aquellas niñas. Sin embargo, el daño que habían causado fue mayor y las amigas no sobrevivieron.
Revivir el dolor causado al ver sus casas quemadas, los huertos destruidos, los cuerpos de sus amigas y la impunidad que prevalece hace que le broten las lágrimas a Yasmin.
Su vida siguió andando, creciendo a sus hermanos y hermanas, convirtiéndose en ama de casa sin las oportunidades y el derecho a la educación. La intrigante joven se escapaba de su abuela para lograr escuchar algunas charlas que eran impartidas por promotores que llegaban al territorio. “Hablaban sobre los derechos de la niñez, en ese momento se estaba creando el Código de la Niñez y Adolescencia, recuerda.
En esas escapadas logró a deletrear con unas cartillas que le regalaron los facilitadores.
Cansada de la violencia, decidió abandonar su casa a los catorce años y buscar un refugio. Con instrucciones de un vecino logró dar con el paradero de su familia.
Otra vida era posible
En la entrada de Copán le esperaba un rayo de luz: Elena García, su abuela paterna. Sin conocerle le abrieron las puertas de su casa y la cobijaron. Lo primero que hizo doña Elena fue matricular a Yasmin en la escuela nocturna. En la noche estudiaba el ciclo común y los fines de semana Hostelería y Turismo, gracias a una beca que se ganó.
Al mismo tiempo que se dedicaba al estudio, compartía y recibía el amor de sus tíos, estos le enseñaban a leer, escribir, pero principalmente le mostraron el amor. “Crecí como una plantita que de vez en cuando se le regaba agua y eso era todo. Con mi nueva familia aprendí muchas cosas”, dice Yasmin.
Yasmin no deja de agradecer por el natalicio de su abuela paterna, que le enseñó a crecer con amor y respeto por la vida. Doña Elena iba dejando ideas regadas y regresaba con la siembra de muchas mujeres liberadas. Eso hizo que Yasmin se enamorara de CODIMCA.
Al ver a su abuela cansada producto de la diabetes, le propuso compartir ese conocimiento con ella y así Yasmin asumiría las charlas que eran impartidas al resto de mujeres. Ella le hizo por escrito las tres primeras charlas y fue así como la coordinadora comenzaba otro camino. Esa ventana le abrió otras posibilidades y empezó a dar charlas en distintos lugares.
CODIMCA: el amor que se lleva en las venas
“Adopté tanto a CODIMCA que pasa por mis venas. Para mí ha sido como parte de mi historia según mi crecimiento” comenta con orgullo.
La organización le brindó la oportunidad de estudiar en Nicaragua en la Escuela Francisco Morazán, esa etapa le permitió ser una de las fundadoras del Movimiento Juvenil Campesino en Honduras. Nuevas alegrías llegaban al estudiar en otros espacios y otros lugares.
A medida iba creciendo, se convirtió en la promotora de CODIMCA en los ocho departamentos y así la conocieron las mujeres en la región. Ella no desaprovechaba la estadía y se quedaba hasta un mes para compartir sus conocimientos y acercarse al resto de compañeras.
Cuando CODIMCA celebró uno de sus congresos en la Ceiba, ella fue nombrada como coordinadora de organización. Para el siguiente Congreso, la asamblea decidió que ella fuera la Coordinadora General de la organización. “Fue una sorpresa para mí, pero también un reconocimiento como parte de mi trabajo, de mi pequeño aporte, recalca.
Para Yasmin es un reto personal seguir asumiendo la organización, trabajar con más de tres mil mujeres afiliadas y tiene presente que las decisiones se toman colectivamente.
Al inicio de su elección como coordinadora general le fue difícil adaptarse, por ser la primera vez que CODIMCA designaba a una mujer joven en el cargo. “Fue una parte de celos políticos de parte de algunas compañeras, eso no es nada del otro mundo” y la desvalorización y acoso de otros por ser joven, señala.
Del mismo modo, sucedió cuando Yasmin era representante política de CODIMCA y participó en espacios de toma de decisión y convergía con dirigentes/as de otras organizaciones de mujeres y mixtas, liderazgos adultos y de mucha antigüedad. Por su corta edad la empezaron a ver con celos y reclamaban que una mujer joven fuese dirigente de una organización con cobertura nacional. “Me tocó fajarme con los ovarios bien puestos porque yo no me iba a dejar que me vieran de menos y me humillaran”, reafirma Yasmin.
A nivel externo Yasmin considera que al colocarse como mujer campesina defensora en un país que persigue, criminaliza y asesina a defensoras de los territorios le mantiene alerta en todo momento. “El tema de la inseguridad en que nos toca hacer este proceso de defensa de derechos humanos, no es fácil, en un contexto tan represivo, corrupto y corrompido como lo es este país”, dice Yasmin.
Cuando Yasmin no está en CODIMCA, aunque siempre la tiene presente le gusta ir a nadar, la lectura, como parte de su cuidado personal, el tejido en manta, ser emprendedora y le apasiona dar talleres y más cuando son presenciales, esta virtualidad no llena el espíritu como el estar con las compañeras.
La coordinadora sueña y trabaja para que CODIMCA en el futuro tenga su propia casa, que las regiones estén consolidadas políticamente, ideológicamente y organizativamente. Que CODIMCA se siembre en todo el país. “Yo espero ver a CODIMCA mucho más grande, mucho más fuerte y con más historia de vida”, apunta Yasmin.
Las apuestas de CODIMCA para Yasmin son interesantes y en los 35 años, la organización ha visto a muchas mujeres crecer y se ha posicionado en la defensa de los derechos de las mujeres indígenas, negras y campesinas. Aunado a ello el gran aporte que ha dado al país al convertirse en organización fundadora de la Confederación Unitaria de Trabajadores de Honduras (CUTH) , dar vida al movimiento campesino de mujeres y ser sombrilla de otras organizaciones.
La escuela llamada CODIMCA transformó la vida de aquella niña sobreviviente de violencia, del fuego que tragaba sus hogares y la muerte injusta de sus amigas.
Yasmin, decidió echar combustible a su rabia y emprender un camino por la defensa de los derechos de las mujeres campesinas. Yasmin conoce los atajos del río, reconoce sus huellas y guarda en su memoria la de todas las mujeres hondureñas. Así es la coordinadora de CODIMCA, de caparazón fuerte y corazón solidario.